Crónicas de "LOS DOGOS DE LA UNI"

Primero, y para que no se pierdan, un poco de cultura general.

Para los que no saben, aquí en Hermosillo, los hot-dogs son muy populares. Tanto, que el fin de semana por la noche, después de una buena parranda, es menester acudir a cenar hot-dogs, principalmente, al lugar conocido como “los hot-dogs de la Uni” o “dogos de la Uni”, que es simplemente un lugar, a las puertas principales de la Universidad de Sonora, donde se hacen bola cerca de 20 o 30 carretitas de hot-dogs. Este turístico lugar, incluso cuenta, con su exclusivo arbolito para ir a miar, mejor conocido como “MIARBOLITO”

Vista panoramica del lugar

Acá en Hermosillo, es costumbre echarle a los hot-dogs, no solo mayonesa y mostaza, sino también, queso blanco y amarillo, guacamole, rebanadas de aguacate, salsa verde, salsa roja, salsa bandera, pepino con media crema, champiñones, frijoles, cebolla blanca y/o morada, tomate, queso derretido, crema, chorizo, tocino, chicharrón, pepino con media crema, rábanos y por supuesto, papas fritas que puedes pedir junto con el Hot-dog, o en una orden aparte. Además puedes pedir el “dogo” con salchicha tamaño normal, marca rosarito, o con salchicha de pavo, que es mucho más grande y gruesa, y tiene queso derretido en medio. Todo al gusto del cliente.

Pero dejémonos de la cultura general, y vamos a la crónica.

El fin de semana, sábado, para ser exacto, como a las 3 de la mañana (del domingo, obvio), nos fuimos a los “dogos de la Uni” a cenar. Estuvimos ahí un buen rato, y después de echarnos nuestro “dogito” cada quien, vi que iba llegando con sus amigas, una morrilla, muy, muy chula, blanca, delgadita, cara bonita, cabello lacio abajito de los hombros, y con unos ojazos enormes (mas o menos como me imagino a la Sekhmet).

Pues bien, con esta chulada intercambie miradas y sonrisas por aproximadamente cinco minutos, hasta que me dije a mi mismo “ve a sacarle platica, no seas wey”. Y ahí voy yo, muy decidido, me levante e iba con paso firme hacia ella. Cuando de repente la morrita intercambio palabras en voz alta con una de sus amigas. Al oírlas, frené en seco, por unos segundos hice una expresión como si se me hubiera olvidado algo (clásica barrida), y, tratando de no llamar mucho la atención, me regrese a donde estaba. Pues de su dicho, descubrí que yo no era precisamente “su tipo” y que, por ende, la morra me batearía en la primera oportunidad. Así que, cabizbajo, me regrese con mis compas, a seguir la pisteada.

Lo que sucedió, fue que cuando me iba acercando a ella, una de sus amigas le dijo:

Amiga fea y gorda de la morra chula: Oye, wey, ¿Cómo vas a querer el “dogo”?

Morra chula: Con salchicha de pavo, pero que no le pongan cebolla.

Amiga fea y gorda de la morra chula: ¿vas a querer papas, wey?

Morra chula: ¡NO! ya sabes que no me gusta que me den papas con el winnie grande.

¡AHÍ!.. Ahí supe que yo no era su tipo